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martes, 24 de agosto de 2010

La trágica historia de A. y J. Zombie.


A. y J. muertos los dos, o mejor decir, no muertos los dos,
Disfrutaban de cerebros y uñas como guarnición.
Eran educados y no comían con las manos, 
Se tapaban la boca cuando se les salían gusanos. 
De un verde radioactivo eran sus retazos de piel colgando, 
Y entre ellos se prestaban un ojo para ver de a ratos.
De lo que fueron sus vidas se dice nada,
Tratan de vivir la muerte y morirse en la cama.
A. Zombie no hablaba, no reía ni gritaba.
Gemía con su boca cocida, no por dolor ni rabia. 
Es que no podía sacar palabra o la palabra la evadía.
Los gemidos eran todo lo que ella emanaba
Además de su pestilente olor a difunta, 
Que a J. le fascinaba.
No eran solo dos, Gato Zombie los acompañaba
Cinco pelos en su cola era toda la belleza que ostentaba, 
Le faltaba la quijada y su lengua colgaba.
"Él más hermoso gato" se leía en su trapo de cama.
J. era guitarrista de tres cuerdas, porque solo tres dedos tenía.
De su otra mano le faltaba el pulgar
Por eso sus rasgueos sonaban peculiar.
Componía tontas canciones de amor
Todas dedicadas a su Zombie y a su repugnante hedor.
Sus charlas no tenían sentido alguno,
Y si comentaba un tercero acerca,
Los dos lo miraban con mirada terca,
Haciéndole notar que tercero era inoportuno. 
A. y J. muertos los dos, estaban muertos de amor.

Los poemas de amor son una mierda.

La amo cuando se sienta frente al piano, la amo cuando apoya su cabeza en mis hombros y con su respiración marca el tiempo con el que sonrío...