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domingo, 22 de mayo de 2011

A una prostituta rollinga.



Impagable catarsis me perdura de aquel aquelarre lusitano.
Impagable el aroma de las hierbas quemando.
Impagable la luz.

Sorteado el quinto número, perplejo me di cuenta que era el mío
pensando con qué discurso animar la fiesta en mi turno
penetrando su lampinaguea cotideilada
aumentando el calor entre sus labios fertileidos.
A sus ojos acudí en cada vaivén eterno que estallaba en suspiros al oído
a mis manos, el fragor de su cuerpo traspasaba y amplificaba.

Sus senimíferos eran los destinos de mis besos,
probar cada color el propósito de los movimientos.
Sus pies enredaderas en los míos,
los dedos de sus manos látigos en el cuerpo.

Embanderados en blanco éramos el relleno del porro perfecto,
gritos de magas en el lecho.
el brillo de la luna caía como una lágrima en sus ojos
y sus mejillas eran los campos que mis dedos salían a cabalgar.

Rock cotillón sonando atrás, el que no me gusta
el que te gusta.


RE quinta labios abiertos
LA quinta tus pupilas dilatadas
SOL quinta y nuestros labios atados
quedo mudo solo pensando
con gesto de cansancio sólo para mi ser
suspiro y digo: ¡carajo! ¿por qué no escuchamos Beatles?

Tengo el estado cerebral en pleno trabajo
trabaja a doble turno queriendo hacer sonar I'm the walrus
mientras tu cotillón sigue sonando
me queman tus ojos
y tus suspiros son el rojo de mi yanqui republicano.

Ambos nos miramos
ambos nos quedamos.
Solo en el tiempo sigue quedando
ella Rollinga y yo Beatleando.
 

Los poemas de amor son una mierda.

La amo cuando se sienta frente al piano, la amo cuando apoya su cabeza en mis hombros y con su respiración marca el tiempo con el que sonrío...